

A primera hora tomamos el coche y salimos de la ciudad para conocer las mastabas de Saqqara. Ésta fue la primera necrópolis de Menfis, la gran capital del Bajo Egipto. Aquí se encuentran las famosas pirámides en las que se enterraba a los faraones y también algunos de los mejores ejemplos de tumbas privadas de la nobleza.
La mastaba es el modelo de sepultura más antiguo de Egipto. Inspirada en la forma de la casa egipcia, con base rectangular, techo plano y muros laterales inclinados, estaba construida con bloques de adobe (barro del río Nilo) o piedra. Estas construcciones son las predecesoras de las pirámides.
En estas estructuras se abría una pequeña capilla o serdab, donde los familiares del difunto depositaban los alimentos y las ofrendas que éste disfrutaría en el otro mundo. Este espacio se decoraba con pinturas y relieves, entre los que destacaban los de una puerta simbólica que daría paso a la cámara funeraria donde se encontraba enterrado el difunto. La cámara era subterránea y no se podía acceder a ella pues el pozo se cegaba una vez efectuado el sepelio.
Nos adentramos en el interior de la Mastaba de Mereruka, donde los relieves, muy bien conservados, nos muestras escenas cotidianas de la época, imágenes en grandes dimensiones del difunto y sus sirvientes portando ofrendas que le acompañaban al Más Allá. Durante la visita vienen a nuestra memoria recuerdos de los bajorrelieves de Los Templos de Angkor.
Después accedimos a la Mastaba de Kagemni y a las cámaras sepulcrales de Iput y Khuit.
Fue Imhotep, el arquitecto del faraón Zoser, quien tuvo la genial idea de ampliar la Mastaba de Zoser, superponiendo, unas sobre otras, mastabas cada vez más pequeñas, con la idea de crear una gran escalera por la que el rey difunto ascendería a los cielos.
Y es así como se creó la primera pirámide escalonada del mundo.
Tras visitar estas mastabas nos desplazamos a la necrópolis de Dahshur para conocer como la arquitectura funeraria del antiguo Egipto siguió evolucionando.
De camino a Dashur, paramos en una pequeña aldea a coger de un puesto callejero pan de pita y falafel para almorzar.
Tras el almuerzo visitamos la Pirámide Acodada y la Pirámide Roja, ambas del faraón Seneferu.
Aprovechamos para entrar en el interior de esta última, nuestra primera vez dentro de una pirámide… Nos sentimos como un Indiana Jones de pacotilla, abrumados por el calor y el desagradable olor a amoniaco. El descenso y el regreso a la superficie son incómodos y algo claustrofóbicos. Una vez más la vida real no es como se pinta en las películas.
Continuamos hasta Menfis, donde visitamos el museo en el que se encuentra la famosa escultura del Coloso de Ramsés II. Esta gigantesca estatua del faraón presidía antaño la avenida principal de entrada a la ciudad. Menfis también cuenta con un pequeño museo de escultura egipcia al aire libre. Aún queda mucho que excavar en este yacimiento. Quién sabe las maravillas que esconde bajo la tierra.
De regreso al hotel decidimos parar a cenar un plato de kebab y una ensalada de berenjenas. ¡La carne a la brasa estaba espectacular!
Terminamos el día visitando la Mezquita Amr Ibn al-As en el Antiguo Cairo.
Los fieles están congregados recibiendo una clase de religión antes de la siguiente llamada a la oración. Nadie nos mira, ni siquiera con curiosidad, sólo hay sonrisas cuando nuestras miradas se cruzan. Nos sentamos a escuchar la clase mientras Ayman traduce. Aunque él es cristiano nos aporta mucha información interesante sobre la fe musulmana.
Puedes continuar leyendo nuestro itinerario por Egipto en el artículo de Egipto en 9 días.
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